viernes, 27 de julio de 2018

Annecy 2018. Día 5

Como casi todos los días, empezamos por una sesión de cortos, pero primero os diré que el corto del viernes es una bonita visión de Brasil repasando buena parte de su fauna. Adorable.

Sellock ès Rinocerszok. Sirenas y rinocerontes. Y un montón de personajes que pasan por este corto sin pena ni gloria. Pero los que más chupan pantalla son una niña insoportable y su padre, que crea animales mecánicos a partir de animales muertos. El padre se convierte en rinoceronte cuando está celoso. O triste, no me queda claro. Se supone que tiene argumento, pero… debo ser imbécil o algo. Encima es muy feo todo. Nota: 2

Hunter. En serio, ¿de qué va esta mierda? ¿Se supone que las manchas que van cambiando de sitio es para que parezca animado en vez de verse claramente que es una imagen fija? Eso es trampa. ¿Por qué hay tanta gente con cara de villano? Nota: 2

Not my type. Supongo que representa la historia de la tipografía o la imprenta o algo así. A ritmo de máquina de escribir, que no está mal. Pero vamos, que es una sucesión de imágenes desenfocadas. Y cuando se empieza a entender el texto aparecen insectos aplastados contra el papel. Demasiado idiota experimental para mí. Not my type. Nota: 3

Freedom from fear. Por lo que se ve un tal John Morena ha mandado los 52 cortos que ha hecho este año a concurso. Este es el cuarto que veo que le seleccionan. Van cayendo partes de una pistola al agua y forma una cara.  Pues ok. Nota: 3

Fool time job. Este ya lo vimos en Sitges, y no lo entendí del todo. Tras verlo por segunda vez, igual he entendido menos. Nota: 5

Mr Deer. Es una historia que pasa en un metro. Pero no sé cuál es esa historia. Pero es todo suficientemente impactante y la atmósfera está tan bien creada que no me importa. Nota: 6

Simbiosis carnal. Animales azules y rosas fornicando. Después parece que muestra la historia del feminismo. Y para terminar, una crítica a la sociedad actual del oversharing instagramero. Está bonito, la verdad. Nota: 6

Vibrato. Una mujer nos cuenta las pornocosas que hizo con su difunto marido en un edificio que creo haber entendido que era un teatro diseñado por él. De fondo, canto lírico que va teniendo orgasmos según cuenta las historias. Nota: 7
  
Jaune. Este sí que lo he entendido. Es una cantante de ópera (sí, otra, no es la misma que antes) que tiene un miedo. Lo único que no me queda claro es si es miedo escénico o al color amarillo (por eso de que da mala suerte) o a ambos. Empieza con una escena de una niña pegando la patada a una pelota que se convierte en el sol, que es un poco cliché, pero la escena de las notas-muebles está muy currada. Nota: 8

Por la tarde, ya tenía mono de tirar avión de nuevo, pero el resultado fue… Lamentable. El avión me vacila. O he diseñado un boomerang de papel si lo quiero ver optimísticamente.




La película que tocaba es Okko’s inn. Otra peli de japonesa de niño sufriendo, ese género que debería tener nombre propio ya. Y casi siempre salen buenas y emotivas películas. 


 

Los padres de Okko mueren en un accidente y la pobre se tiene que ir a vivir con su abuela, que regenta una posada cerca de unas aguas termales. Como ella también ha estado cerca de la muerte (iba en el coche) puede ver a un fantasma que le va ayudando con las tareas de la posada. Porque en Japón la explotación infantil es legal.

La película es bastante infantil. Tanto en su estética como en su forma de tratar el tema. Y no quiero decir con esto que no profundice en el tema de la muerte, sino que lo hace de forma que un niño lo pueda entender más o menos sin generar mucho trauma.

Y esto tampoco significa que un adulto no pueda disfrutarla, porque yo lo hice (quedan prohibidos los chistes sobre mi edad mental en los comentarios). La película es extrañamente graciosa y emotiva. Te vas encariñando con los fantasmas, los compañeros de clase, los trabajadores de la posada, los clientes…

Primera lágrima derramada en el festival.

Nota: 7

Al poco rato ya estaba haciendo la siguiente cola de un día muy asiático.

On Happiness road es la ‘Recuerdos del ayer’ taiwanesa. Una mujer que vive en los Estados Unidos con su marido vuelve a la tierra donde se crio (Taiwan, por si alguien necesitaba aclaración) porque recibe la noticia de la muerte de su abuela.



Allí comienza a recordar su infancia y se plantea si es realmente feliz (obviamente no) y qué puede hacer para serlo más. ¿Debo ser fiel a sus decisiones pasadas? ¿Lo que un día me hizo feliz puede volver a hacerlo o son sólo recuerdos?

Según se va encontrando con gente de su pasado vamos viendo flashbacks, no siempre ordenados cronológicamente, que la van guiando hasta la decisión que tiene que tomar.

La mayor diferencia con ‘Recuerdos del ayer’ es que On Happiness road no es una película bonita. Tiene un dibujo simple y está animada correctamente, pero no abruma por su belleza.

En general puedo decir que me ha gustado la forma en que toca los temas de la felicidad, el trabajo, la familia, etc. Pero también es cierto que el viaje de la protagonista se hace un poco cansino en varios momentos porque da vueltas sobre lo mismo (como hacemos todos cuando tenemos que tomar una decisión importante, supongo).

Nota: 7

Salgo de la película pensando que si hay más de 10 personas ya en la cola de los sin reserva me iré para el hotel a ver el partido. Miro la aplicación para ver qué cola tengo que hacer y veo el botón de RESERVAR, que lleva rojo desde 3 minutos después de abrirse las reservas, de un precioso color anaranjado. Le doy sin dudar y la puta aplicación me pide que confirme (no me hagas perder el tiempo ahora, joder). Se queda cargando un buen rato y… RESERVADO. ¡Acabo de ganar hora y media de vida! La aprovecho comiéndome un crep y dormitando sobre el césped.

Vino medio equipo de la película a presentarla (después no hay entradas para el público, claro), pero no el director. Para compensar, nos grabó un vídeo al estilo Leticia Dolera pero con mucha menos gracia. Al final de la proyección me regalaron una gorra, pero prometo que eso no va a influir en mi opinión de esta magnífica película.

La historia que cuenta The last fiction la hemos oído cien mil veces. Pero teniendo en cuenta que está basada en un libro del año 1000 sobre el folclore de una zona que es origen del folclore de medio mundo, pues igual se le puede perdonar. El libro en cuestión es el Shāhnāmé, obra poética persa que cuenta la historia de Irán desde la creación del mundo hasta la tierra es conquistada por tropas islámicas. Esta historia incluye dioses, monstruos y magos por lo que igual no es 100% fidedigna. La película en sí es sólo una pequeña parte del libro que cuenta cómo un hombre intenta vengar la muerte de sus padres por parte de un rey pseudolegítimo.



La peli es un espectáculo visual: personajes bien diseñados, escenas en primera persona, fuego, magia, monstruo, explosiones, gore… No le falta nada, es una gran cinta de acción.

Y ese es su mayor problema para mí. Soy incapaz de mantener la atención más de dos minutos en una pelea, y aquí la pelea final dura unos dos meses. A ratos me saca del tedio alguna imagen impactante o bella, pero la mayor parte del tiempo estoy pensando “Por favor, arreglad vuestros problemas dialogando que me aburro”.

Sin embargo, podría ver a esta película convertirse en saga y vendiendo mucho merchandising si Irán fuera potencia mundial. Quizás consigan ser el Juego de tronos de Oriente medio.

Nota: 6